Con este título, Antonio Ventura y Pablo Amargo cierran una trilogía que comenzó con No todas las vacas son iguales –Premio Lazarillo 1999– y siguió con Osos de cuento, álbumes publicados por la editorial venezolana Camelia.
Con gran acierto, y respetando el formato original de las obras con algunas mejoras, Sparafucile\Mashica ha reeditado en España los dos títulos y ha lanzado el tercero –en el mercado francés están publicados por La Joie de Lire–.
Y, en Perros de la calle, encontramos de nuevo estos dos mundos –el del escritor y el del ilustrador– que tan bien conectan. Después de la lectura de los tres títulos, la impresión que queda es que los textos de Ventura han sido el trampolín ideal desde el que el ilustrador ha realizado su salto perfecto. Amargo aprovecha el impulso de las anécdotas de Ventura
para volar muy alto. Pero la pirueta no sería posible sin el concurso de los dos.
Perros de la calle es una hipnotizante y nada complaciente obra, en la que el lector debe hacer el «esfuerzo» de descifrar lo que se esconde tras las apariencias creadas por la historia y por las imágenes. El texto –básicamente un diálogo– nos cuenta la aventura «existencial» de dos perros, uno vagabundo y otro con dueño; el primero invita al segundo a compartir un rato de libertad; juntos se dirigen al basurero en busca de comida y luego regresan al punto de partida donde a uno de ellos le espera su dueña. Bueno, eso es aparentemente lo que sucede, pero hay que mirar la última página para saber si es así. Las ilustraciones por su parte, contextualizan la aventura en escenarios reconocibles –la calle, el basurero…– pero esquematizados por el trazo sintético y geometrizante de Pablo Amargo, y enriquecidos por sus imágenes a dos tintas donde hay parodia, alegoría, metamorfosis, simbología, referencias culturales… Un universo visualmente significativo que conecta con el tono ambiguo, filosófico del diálogo «aparentemente» intrascendente entre los dos perros.
Un álbum para lectores exigentes, no importa la edad que tengan.
V.F. Clij